Recién llegadito a Suiza, me dio mi jefe un encargo: hay que ir a una reunión en Viena. Y allá que nos fuimos. Una lástima no haber podido disponer de más tiempo, porque la ciudad prometía ser bastante bonita. El caso es que nos fuimos un día a cenar a un bar típico, y ante la imposibilidad de elegir nada del menú porque no me enteraba de nada, dije, pues nada… Wiener Schnitzel, bitte. Y me trajeron un filete empanao. Lo que son las cosas, llevo toda la vida comiendo un plato típico vienés, y yo sin saberlo. O a lo mejor es que lo de vienés es inventado. Los vieneses estarán, seguro, orgullosos de sus Schnitzels, como yo lo puedo estar del salchichón… que resulta que también lo comen aquí en Suiza.
Porque aquí en el Valais, es muy típico el assiette valaisain que consiste en lo que en cualquier boda llamarían un surtido de ibéricos pero con algunas diferencias. Aunque lo básico es exactamente igual: carne curada, chacinas, y queso. Y nosotros tan cegados por lo typical spanish.
Otra cosa más, aquí a las acequias (canalizaciones para regar) las llaman bisse y también piensan que es algo típico, inventado aquí. Nosotros, por la procedencia de la palabra, pensamos que es una cosa mora, y que es propio de nuestra tierra.
Y aquí es adonde quiero llegar. Lo propio y lo típico. Una cosa es que algo ocurra con mucha frecuencia, tanta que pueda llegar a considerarse típico… y otra pensar que por ser típico, es propio. Tenemos que empezar, todos, a dejar de pensar que somos el ombligo del mundo, que la tenemos más grande que los demás, o que lo que yo como es mejor y más bueno que lo que comen los demás. Porque muchas veces, los demás comen lo mismo, pero con otro nombre.